Contrariamente a la creencia popular, la colilla de cigarrillo representa la mayor contaminación de los océanos. No obstante, es tan peligroso, si no más, que los demás. Una vez consumida, la colilla de cigarrillo es el desperdicio más común en la naturaleza. Debe saber que cada segundo se arrojan al océano no menos de 137.000 colillas de cigarrillos. Esto equivale a 3.340 paquetes de cigarrillos. Casi el 40% aterrizará en el mar Mediterráneo, ¡en particular debido a las corrientes marinas!
Graves consecuencias medioambientales
A pesar de la creciente conciencia de la lucha contra los residuos que se arrojan al medio ambiente, la colilla sigue presente en casi todos los lugares que nos rodean. Un trasero es difícil de degradar, a partir de un período de entre 12 y 15 años. Contiene no menos de 4000 sustancias tóxicas. Entre estos, hay entre 100 y 250 que son cancerígenos y altamente dañinos para el medio ambiente y el ecosistema marino. Podemos citar: pesticidas, nicotina, fenol, alquitrán, metales pesados, arsénico, etc. Como recordatorio, una colilla de cigarrillo puede contaminar hasta 500 litros de agua cuando se sumerge en el mar.
Una biodiversidad marina cada vez más amenazada
Además de observar la degradación de las colillas arrojadas al agua de mar, se han realizado numerosas pruebas científicas en animales marinos como los crustáceos por ejemplo. Se ha estudiado la transferencia de contaminantes al medio ambiente y los impactos asociados sobre los organismos que allí habitan. Los resultados son claros: 1 colilla de cigarrillo puede contaminar 1 kg de sedimento, resultando en la mortalidad de todos los individuos que han estado expuestos.
Un contaminante robusto y peligroso
Cuando se trata de la anatomía de los glúteos, uno de los factores más peligrosos en los que centrarse es el filtro . De hecho, este último contiene plástico que, cuando se sumerge, no se degrada o se degrada muy poco. Con el tiempo, este material plástico que forma el filtro se irá descomponiendo paulatinamente en numerosos microplásticos que serán ingeridos por los peces, que pensarán que se trata de comida. Estos microplásticos, que no se pueden digerir, se acumularán en el estómago de los peces y darán una sensación de saciedad. Las colillas diezman así un número incalculable de peces, lo que tiene un impacto extremadamente destructivo en el ya muy frágil equilibrio del ecosistema, así como en la biodiversidad marina. Es un problema de salud real para los humanos.
Acciones sencillas para resultados prometedores
Si las colillas no se arrojan a la naturaleza, se recomienda encarecidamente participar en la recogida y tirar las colillas en contenedores destinados a los circuitos de residuos domésticos o en los distintos ceniceros dedicados a la recogida y reciclaje de colillas. Este flagelo solo puede ser detenido por nuestra voluntad común de actuar. Más que acción ciudadana, todos somos actores en la supervivencia de nuestro planeta.